Pretender una superioridad moral provocaría una relegación de carácter homónimo, en sentido de priorizar cierta jerarquía subjetiva de los actos estipulados. Sin justificación aparente, coadyuvan la común unión de la filosofía práctica con la filosofía primera, a fin de conservar la inacabada inmensidad simbólica que se le adjudica a la segunda, ya sea individual o colectivamente y, desde la transmutación de las necesidades conceptuales de poder, desarticular cualquier crítica al comportamiento inherente a lo humano propio como tal y no, como incógnita indivisible, resultaría inconveniente para el nacimiento de cualquier introducción al acto moral.