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Nombres

Esa tarde Felipe había salido de la escuela como todos los martes. Se la pasaba tanto allí que podría decirse que era su casa. Caminó por demás a fin de encontrar algo que se le había perdido pero no recordaba qué. Cuestión que, llegó a otro barrio en el que nunca había estado y, observando los letreros de las calles poco familiares se preguntó:
—¿Por qué tienen nombres las calles?— 
Ah… Claro, porque los barrios tienen nombre.
—¿Y por qué los barrios tienen nombre?—
¡Cierto! Porque también lo tienen las ciudades.
—¿Y por qué las ciudades…?
Porque los países lo tienen también.

De repente en su divague se le ocurre una brillante y acertada idea…
—¡Es eso! ¡Ya sé! Las calles tienen nombre para identificarlas y no perdernos. (Aunque no sé si lo eligieron o alguien les preguntó… Cómo a mí… Yo me veo como Felipe pero no me siento como Felipe, eso me tiene un poco perdido.)
Bueno, volviendo al tema, entonces si las calles tienen nombre por la misma finalidad que lo tienen los países…¿Por qué cuando más los identificamos más nos perdemos?
Es como ese otro «el género» o también «la raza». Yo que sé… No quisiera que nadie más se pierda.– Susurraba bajito su pensamiento, mientras volvía de su búsqueda por la vereda.

En honor al gato de mi vecina que se llama Felipe o, cómo le dicen en el barrio «Ese gato».

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