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Carta a mi consciencia

Todo se permite en mi mente cuando voy a escribir. Cuando voy a escribirte. Pues, para dotar de contenido mis letras, tendré que ser de lo más personalista posible.

Con dificultad y con fuerza; he, convenientemente, adaptado algunas simulaciones de tu íntegra existencia.

Puede que logres la lógica perceptible que aún deseo. Que describas el contexto, con razón, en silencio.

Eso que «no olvido» siempre me lo recuerdas. Eso único, de lo que ambos estamos seguros empieza con «Ver-» y termina con dolor.

Y/o el dolor ahí termina. Contradictoriamente.

Vasta actitud teórica te inunda; a veces, sin embargo, creo que siquiera intentaste influenciarme.

Pero soy aún muy ingenuamente fundamentado, en que, discutir contigo, es la cuestión primera.

Aún de ello, no pretendo ninguna gloria. Pues, hemos cooperado en esta ardua tarea de disputa, extintora de residuos valorativos y pretenciosos, bajo una misma correspondencia recíproca.

Hemos pactado que este desastre, lo logramos en conjunto.

Lo que prima entre este relato y lo cierto es bastante incompetente…

Jamás estaremos en paz, ¿No es cierto?

Mientras tú existas, yo existiré. O tú existas mientras pueda concebir tu entidad incorpórea, luego no existo.

Atte.

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