Todos tenemos un precio. Hoy nuestros datos los obsequiamos por doquier. En pocos años «produser» será un término ínfimo en cuestión. Ya nos estamos vendiendo. Nuestros «perfiles» no son más que rostros «al costado» y, lo aceptamos como una identificación. Hacemos a un lado nuestros verdaderos intereses y, nos interesamos por lo propuesto en una simple imágen. Hasta lo festejamos con un «me gusta». Acaso en las relaciones humanas fuera de la red, ¿Nos pasamos el rato diciéndole a la gente que nos gustan sus caras? O lo que cenaron ayer…
Sabemos que la superficialidad nos inunda, que palabras escritas no son más que el siete por ciento de lo que requiere una conversación (para llegar a ser). No conversamos, no somos realmente sociales. Creemos que tenemos la información en la palma de una mano. Solo tenemos datos aislados y, nuestra libre interpretación.
Las redes sociales son centros comerciales, donde se venden personas y accesorios. Nuestras vidas vacías se reflejan en el tiempo que pasamos en ellas, intentando convertir procesos e instituciones que nos han llevado muchos años construir, en un simple algoritmo. Nos fragmentan, nos individualizan. ¿Qué fue lo que no entendimos sobre conciencia social?
Por supuesto la tecnología y su avance científico, siempre serán bienvenidos como una herramienta para nuestra especie, e incluso para otras. Solo que el poder legítimo aún nos pertenece a los vivos, a las conversaciones, a las sociedades, colectivos, comunidades. Nosotros hacemos la diferencia de darle existencia a una red global inhumanizante y comercializadora, junto a su autoría como «quinto poder», que no decidimos; que se insertó con el click derecho: copiar.
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🤦
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