Profundidad

Imagen recuperada de Pexels.com, by: Erik Mclean.

Luego de un día ajetreado, Marlene subió las escaleras encorvando su postura… sus dedos apuntaban con peso hacia el terciopelo de la alfombra que recubría aquellos escalones, tanto le costaba superarlos que nota su aliento agotándose… Breves imágenes aparecen entre sinapsis chispeantes y fugaces, grises como el cielo de una mañana de otoño, amargas como la espera incesante de un porvenir incierto.

Hacía tiempo que no recordaba esos momentos de cansancio extremo, donde el cuerpo comienza a dejar de responder… para hacer ahínco en el displacer de la existencia. Un lugar entre el pasillo y, el último subsuelo… en la marcha cesante, aburrida, incausta de un lento movimiento.

En su divague constante Marlene, autoinducida por algunas historias e intereses varios, descubría su alma tripartita, especulando empatía con un anima mundi… Cuyo decaimiento sollozante, melancólico, nostálgico y, de distracciones impetuosas ha tornado esta desgracia comunal, como una pérdida de los sentidos extracorpóreos, la luz de una vela apagándose… las estrellas enturbiadas por la polución, etcétera, etcétera, etcétera.

Vaguedad, haraganería. Saltearse el discurso de apremio; el preliminar de cada paso perdido… cada escalón desvanecido en la marcha de Marlene. ¿Cuánto prólogo necesita nuestro andar? ¿Qué dice el provenir de nuestra marcha… por la trama de un presente incesante, o en otras palabras…el “ahora” que “ya sucedió”?

Y… entre tanta premeditación, no es el tiempo que sucede. Marlene alza su mirada, observa ambos lados del pasillo oscuro y trascendental, que dirige hacia ningún lugar. Un pasillo con espejos sin ventanas, de madera oscura y luz escasa… donde pasos fantasmas avanzan y retroceden, forman números, guardan secretos. Sus caminantes entienden su pasaje imposible, recorriéndolo una y… otra vez. La escalera se desvanece. ¿Hacia dónde va nuestra imaginación? ¿Qué tan lejos podríamos llegar, en las bifurcaciones de nuestra mente… para trasgredir la realidad constante? Allí, donde habita un buen libro, nuestra melodía favorita, el aroma del rocío sobre el césped… donde nos ahoga la quietud…ese fondo ciego, entero de nosotros mismos. Nos atraviesa, nos aísla del trajín constante, de la supremacía del afuera… De lo inevitable.

Sin embargo, era inevitable para Marlene esa noche… sumergirse en esa obscuridad con deseo.

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